Alcaldía
Contenido asociado a:
Eduard Londoño trabaja como vendedor informal en el parque Obrero de Medellín. Amante de la lectura, impulsó un círculo de lectores y aprovecha la red pública de int...
Eduard Londoño trabaja como vendedor informal en el parque Obrero de Medellín. Amante de la lectura, impulsó un círculo de lectores y aprovecha la red pública de internet del Distrito para enviarles información a los integrantes del grupo. Su hija María Camila lo acompaña allí y usa el servicio de internet para hacer tareas del colegio. Ambos comparten un celular y se benefician de la red pública.
Parque Obrero, barrio La Mansión de la comuna ocho (Villa Hermosa), oriente de Medellín. Esta mañana gris empieza a llover. Primero, suave, como un susurro; luego, con más fuerza. Eduard extiende un plástico sobre su punto de venta para ganar protección y para que los clientes lleguen con tranquilidad. La intensidad de la lluvia va y viene, se escuchan pájaros en los árboles y del bafle sale la música que les da ritmo a los deportistas en el gimnasio al aire libre.
Eduard Londoño trabaja como vendedor informal en el parque Obrero de Medellín. En la imagen lo acompaña su hija María Camila
Eduard Londoño lleva nueve años trabajando ahí. En un pequeño quiosco, al frente de la Sección Escuela Hipólito Londoño Mesa, exprime naranjas y vende el jugo solo o le mezcla suplementos alimenticios, si así lo prefiere el cliente. También vende mecato y es un líder comunitario. De manera voluntaria siembra árboles y ayuda a hacerles mantenimiento al gimnasio al aire libre y al jardín. Además, se lee unos 12 libros al año y esa pasión lo llevó a crear un círculo de lectores que tiene cerca de 90 integrantes de la zona, en el que intercambian libros e información sobre obras y autores.
Esta mañana de vacaciones escolares lo acompaña María Camila Londoño Hernández, su hija, una joven de 15 años que este año cursará décimo en la Institución Educativa Centro Formativo de Antioquia – CEFA.
395 puntos
Cerca del sitio de trabajo de Eduard hay un punto de acceso a la red pública de internet wifi. Con frecuencia, cuando sale del colegio, María Camila se va para el parque Obrero a acompañar un rato a su papá. Allí aprovecha la red pública de internet, sobre todo para hacer tareas del estudio, como una que recuerda de Religión, en la que consultó los principios éticos del judaísmo, el cristianismo y el islam. Su padre utiliza esta conexión a internet para obtener información de libros, datos que les envía a los miembros del círculo de lectores, y arma una lista musical que les pone en el bafle a los deportistas para ambientarles el ejercicio. Ambos comparten un celular.
La Secretaría de Innovación Digital de la Alcaldía de Medellín administra la red pública de internet del Distrito. Son 395 puntos de acceso gratuito para la ciudadanía, distribuidos en las 16 comunas y cinco corregimientos y ubicados en parques, Unidades de Vida Articulada (UVA), sedes de Metrosalud, entornos de colegios y escenarios deportivos, entre otros espacios. En el parque Obrero, por ejemplo, hay tres puntos de acceso para una mejor cobertura.
Funcionan todos los días y a toda hora. El ciudadano se registra con unos datos personales y accede con su usuario y clave. En 2024, más de 530 000 personas se beneficiaron de la red pública de internet. Registramos más de 100 000 accesos diarios en los puntos wifi, con un promedio de 300 sesiones diarias por punto.
La Secretaría de Innovación Digital de la Alcaldía de Medellín administra la red pública de internet del Distrito.
Admira a su padre
María Camila y Eduard viven en el barrio El Faro de la comuna ocho. Cada día salen de su casa temprano, en la mañana, y toman el bus que los deja en el parque Obrero.
De allí, María sigue para el colegio. Terminó noveno en el colegio Casa Mamá Margarita y continúa sus estudios este 2025 en el Institución Educativa Centro Formativo de Antioquia – CEFA. Es de Medellín. Alta, de pocas palabras y la misma mirada del padre. Tiene un hermano, Jefferson, de 24 años, y su madre se llama Verónica. También en El Faro vive Inés, su abuela paterna, por quien la joven profesa un especial cariño, porque la cuidaba cuando estaba pequeña y Eduard se tenía que ir a trabajar.
María Camila Londoño Hernández aprovecha la red pública de internet del Distrito para tareas del estudio.
Usa la red pública de internet desde hace unos siete años, siempre en el parque Obrero, junto al lugar de labores de su papá. Luego de terminar bachillerato quisiera estudiar fotografía o diseño de software. Le gusta estudiar, leer novelas románticas, de acción, jugar fútbol y baloncesto.
“Admiro a mi papá porque ha luchado mucho”, expresa y agrega: “Me hace feliz que él esté vivo y con buena salud. Más adelante quiero un trabajo que me llame la atención y en el que me paguen bien para ayudarle y viajar con él”.
Un luchador de la vida
Eduard tiene 43 años. Nació en Cartago, Valle del Cauca, aunque se considera de Nariño, Antioquia, porque vivió en este municipio hasta que tenía cinco años. Luego, él, cuatro hermanas y su madre se radicaron en Medellín, en el barrio El Faro que, según recuerda, en ese entonces, década de los 80, “eran potreros”.
A su papá lo asesinaron en esta ciudad cuando Eduard apenas tenía seis años. También siendo niño, ya de ocho años, empezó a trabajar como vendedor informal. Al principio, con Humberto Henao, un tío materno. Después, solo, vendiendo mecato en las calles.
Eduard Londoño es líder comunitario en el parque Obrero. De manera voluntaria ayuda en el mantenimiento del jardín.
Siendo un adolescente de 14 años, grupos armados ilegales lo hicieron ir. Arrancó para su pueblo, Nariño, pero paradójicamente allá no encontró tranquilidad sino más zozobra, porque otro grupo armado ilegal lo quiso reclutar y él, que siempre ha rechazado la violencia, tuvo que salir de nuevo de aquella tierra.
Volvió a la capital antioqueña y, en 2003, se graduó de bachiller en el colegio nocturno de la Universidad de Antioquia. “Fue hermoso”, comenta y evoca, especialmente, un programa de la Alcaldía de Medellín de aquella época que disponía que había que asignarles a los estudiantes una hora de lectura a la semana: “Llevé El Principito. Mi filosofía cambió mucho. Lo que más vale no es lo que vemos sino lo que no vemos”.
Con el alma
Ya graduado trabajó en barbería y años más tarde retomó como vendedor informal. “Una vez la niña me dijo: ‘Papi, todos mis amiguitos llevan lonchera al colegio, menos yo’. Ella tenía siete años”. Esa frase lo impulsó a esforzarse aún más en su labor.
El parque Obrero queda en el barrio La Mansión de la comuna ocho (Villa Hermosa), oriente de Medellín.
Buscó en varias zonas y, finalmente, se ubicó en el parque Obrero, donde comenzó vendiendo los productos en un carrito como los de los supermercados. Su tío Humberto le regaló el carrito, una nevera de icopor y le enseñó a surtir. En 2016 obtuvo un crédito en el Banco de las Oportunidades (hoy, Banco Distrital de Medellín) que le permitió crecer en el negocio. Y ahora que tiene quiosco afirma: “Cuando el hombre hace las cosas con el alma, todo queda en la eternidad”.
Es conversador. Al tiempo que continúa con el relato de su historia, saca dos libros que lo acompañan en estos días: Hogueras espectrales, de Leigh Nichols (seudónimo de Dean Koontz), y Cárcel Municipal La Ladera: crónicas de la vieja guardia, de Juan Pablo Velásquez Pérez y Antonio Machado Marín.
“Uno debe entender lo que lee; que el texto lo emocione, lo conmueva”, dice Eduard, un amante de la lectura. Entre ella, de la crónica investigativa. Ahí, junto al quiosco, mientras llegan clientes se sienta a leer.
Se conecta a la red pública de internet todos los días durante toda la jornada laboral, que para él suele ser de 8:00 a. m. a 8:00 p. m. Aspira a conseguir una caseta de acero inoxidable que le dé mayor protección ante la lluvia y le ofrezca una estructura más estable para refrigerar y vender los productos y así seguir progresando junto a María Camila, su hija, quien cuando habla del futuro también subraya la búsqueda del bienestar de su papá.