Ética del cuidado en tiempos del Covid-19

Momentos como los que vivimos hoy, donde con conciencia reconocemos nuestra interdependencia como seres humanos y comprendemos que cada acto individual tiene repercusiones sobre la vida propia y la de los otros, son una oportunidad para rescatar en nuestras acciones cotidianas la importancia del cuidado de la vida empezando por la propia.

Las actividades de cuidados han estado asociadas a una ética femenina, donde se comprende que las personas que realizan labores de cuidado, sin importar si son hombres o mujeres, se les percibe realizando labores femeninas, muy diferente a un contexto democrático y de igualdad entre hombres y mujeres donde el cuidado hace parte de una ética humana, y es responsabilidad de todas las personas cuidar de sí mismas y de las demás, como capacidad humana natural presente en cada ser humano.

Hablamos de cuidados como “actividades que tienen un gran impacto sobre el bienestar, pero que además sostienen el resto de esferas que participan de la resolución de necesidades humanas, incluyendo los mercados”. (Fuente: https://www.economiasolidaria.org/).

Esta contingencia es un llamado a conectar con un asunto ético universal presente en la humanidad: el cuidado como requisito de la supervivencia, y donde la empatía y compasión estén presentes. Sin empatía y compasión no hay cuidado, hay actividades de respuesta a las necesidades propias y de otros que se van volviendo cargas morales y materiales; el cuidado es un asunto trascendente de relación, donde se construye confianza, preocupación mutua y vínculos entre las personas.

Como práctica y como disposición a hacerlo, el cuidado de otros, es la capacidad que más hemos desarrollado como seres humanos, aunque no con  la misma proporción de dedicación de tiempo y esfuerzo en lo que respecta a las mujeres en comparación con los hombres, como lo ratifica la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) en 2016, donde los hombres dedican tres horas y 25 minutos al trabajo doméstico y las mujeres 7 horas, 14 minutos a la misma actividad.

Para las mujeres en particular, cuidar de sí es algo que no está instaurado como una práctica habitual porque se ha naturalizado el cuidado de otros como algo inherente a resolver de parte de las mujeres, y ello hace que el tiempo y la energía, sean escasos cuando se trata del cuidado propio en las mujeres, el autocuidado.

Por eso, hoy se debe revaluar desde una ética feminista no femenina, es decir, aquella que aboga por la garantía de derechos para las mujeres, cómo siendo hombre o mujer actúo desde una ética del cuidado, cuidando de mí como imperativo necesario para poder cuidar de otros, y como mis acciones permiten que las tareas del hogar que son fundamentales para superar este acontecimiento crítico que estamos viviendo, se redistribuya entre todos los integrantes de un hogar y promueven esa capacidad humana que todos tenemos de cuidar.